En estos tiempos, por donde quiera que se mire, alguien agregó un bloquecito con el título «seleccionar idioma» a su sitio web, que muestra una larga lista de idiomas (en inglés). Solo escoja uno y disfrute de la magia de la traducción automática, ¿no?
Lamentablemente, no es tan simple. Google Translate, la herramienta más conocida en el mercado, ha ciertamente avanzado a pasos agigantados en años recientes para mejorar la traducción generada por inteligencia artificial (AI). En efecto, si se introduce una oración bien escrita y sin ambigüedades en inglés, es probable que el español resultante sea perfectamente entendible, aunque no suene totalmente natural. Sin embargo, la mayoría del contenido con el que nos encontramos diariamente no cumple con esos requisitos.
Imaginemos un sitio web estándar de un negocio, escrito en inglés: probalemente contenga lenguaje coloquial, varias palabras clave e imágenes con textos con mensajes importantes. El resultado, en español, será algo como esto: la mayor parte de lo coloquial será traducido literalmente, las palabras clave serán traducidas inconsistentemente y las imágenes con texto no serán traducidas en absoluto. ¿Es esto mejor que nada? Probablemente, pero al final de cuentas lo que ocurres es que los hispano hablantes terminan con una experiencia de calidad inferior a la de sus contrapartes anglófonos.
A medida que la disponibilidad de estos servicios se ha expandido, también se expandió el uso de las advertencias en relación a dichos servicios. Wix, uno de los mayores proveedores de servicio de diseño web, requiere que todos los usuarios de Google Translate incluyan una advertencia que diga que “[n]o se garantiza de ninguna manera, ni se expresa ni se da a entender la exactitud, fiabilidad o corrección de ningua de las traducciones” y “[if] cualquier pregunta que surja en relación con la precisión de la información contenida en el sitio web traducido, debera usar como referencia <la versión en el idioma principal> de este sitio web.”
Las agencias gubernamentales también han agregado rápidamente sus advertencias. Por ejemplo, el Departamento de Educación del Estado de Nueva York advierte a los usuarios que “cualquier persona que se base en la información obtenida a través de Google™ Translate lo hace a su propio riesgo,” mientras que el sitio web oficial de la Comunidad de Massachusetts reconoce que “ninguna traducción automática es perfecta y no intenta reemplazar a los traductores humanos”.
Como con la mayoría de los avances tecnológicos, parece probable que el uso de las herramientas de traducción automática se incrementará en los años venideros, pero esa no tiene porqué ser la única opción. El trabajar con traductores humanos, que son capaces de entender el contexto, el público destinatario y mucho más, es una de las maneras de producir traducciones que realmente valoren a los usuarios finales y que brinden un acceso completo y equitativo al contenido dentro y fuera de la red.
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